Cuando el tiempo dejó de ser una línea
Explora cómo el lenguaje limita nuestra percepción del tiempo y cómo una visión circular podría transformar nuestra existencia.
Jairo Lago
5/8/20243 min read


¿Qué pasaría si el lenguaje nos ayudase a comprender la no lineabilidad del tiempo?
¿Cómo superamos que en realidad hemos vivido, viviremos y vivimos todo nuestro tiempo de una sola vez?
Existe una sensación "fuera de la caja" que me desmonta la cabeza cada vez que se presenta en mi mente. Nuestro lenguaje limita nuestra capacidad de entender el universo de una forma totalmente libre de la atadura temporal. Al aprender a desarrollarnos en la vida con conceptos como tiempo, presente, pasado, futuro, llegar pronto o tarde, entrar a destiempo, ayer, mañana, etc... nos enclaustramos al entendimiento de un tiempo lineal, una consecución de eventos que suceden de forma inevitable y que nos abogan a una suerte de línea recta temporal que estamos condenados a recorrerla unidireccionalmente.
¿Pero qué pasaría si el tiempo fuese un círculo infinito?
Vamos a realizar un ejercicio, pon una película o serie en Netflix, visiona los primeros cinco minutos, a continuación pon del minuto cuarenta al cuarenta y cinco, después del minuto diez al quince, luego del minuto cinco al diez y por último los últimos cinco minutos.
Para ti, la película o serie, ha transcurrido con saltos temporales constantes, del inicio al desenlace, del desenlace al nudo, de nuevo al inicio y por último al final, pero ¿cómo a transcurrido para los protagonistas? ¿Notaron ellos en algún momento ese tipo de "saltos" temporales? ¿Y si el tiempo funcionase más como éste ejercicio que acabamos de hacer y nosotros somos los protagonistas de la película que no podemos no vivir un constante presente?
¿Nunca has tenido la sensación de que ha pasado muchísimo tiempo, pero en realidad solo habían pasado treinta minutos? ¿No has tenido nunca la sensación de que ha pasado muy poco tiempo, pero en realidad han pasado varios años?
Es posible que esa especie de disonancias que sentimos, sean alteraciones que sufrimos en cuanto a la percepción de nuestros presentes; es decir, sentimos que el tiempo que existe en nuestra memoria, no es proporcional al que realmente hemos vivido, ya que quizás estemos en el año siete de nuestra vida, pero hemos recorrido ochenta para llegar a ese año siete. Quizás estemos en el año ochenta y tres de nuestra vida y tan solo hayamos recorrido uno para llegar hasta él y la vida nos sepa a poco.
¿Pero no habías dicho que el tiempo no era lineal si no circular?
Vamos a imaginarnos que el tiempo fuese así, circular, pero no circular en tanto que se repita, si no en tanto que no tiene principio ni final. Esto querría decir que no existe un nacimiento o muerte como tal, si no que simplemente estamos condenados a vivir eternamente una vida circular que "acaba" y "empieza" en el mismo punto pues, hay muchísimas investigaciones a cerca de lo que acontece tras la muerte, pero apenas hay nada sobre que existe previo a la vida y ahí radica la clave del tiempo circular. Antes de la vida, sólo existe necesariamente la muerte que se solapa en una suerte de singularidad de consciencia infinita que circularmente experimenta el tiempo eternamente. Nunca llegamos a nacer ni a morir, solo vivimos un constante flujo de vida de forma infinitamente aleatoria, colapsando en un tiempo singular, pero experimentado subjetivamente de forma lineal. Todo ello encapsulado y contado de forma narrativa por un cerebro encorsetado por un lenguaje lineal.
¿Qué pasaría si educásemos a las futuras generaciones en una suerte de tiempo circular?
¿Qué consecuencias tendría eliminar palabras como tiempo, pasado, futuro, hoy, mañana, pronto, tarde, del vocabulario?
El lenguaje es una trampa en sí misma que nos limita y da forma al entendimiento de nuestra realidad, juega con él, altéralo, cuestiónate para que sirven las palabras, de dónde vienen y qué acotan, quizás abras ante ti un nuevo universo tan basto como el infinito y tan incomprensible como la vida misma.
No tengas miedo, dame la mano y ¡SALTA!
